Diario de una voluntaria

Por Kris Pozo (España).

Es lunes. Pesan las caminatas del fin de semana. El trabajo emocional de la semana anterior aquí en Ollanta, donde las situaciones a las que nos enfrentamos y las que experimentamos cada día no se asemejan ni por asomo a lo que estamos acostumbradas allá en la tierra de donde venimos: esa que se ha especializado en ganar a costa de las pérdidas de muchos países, personas y vidas. De esa parte del mundo que cree vivir. Aquí, creo, se sobrevive.

Los coles llevan 4 semanas en paro; huelga, lo llamaríamos allí de donde vengo. Los y las maestras luchan por sus derechos. Los padres y las madres la secundan. El miércoles 19 de julio de 2017 hay paro nacional. Ese día el silencio del paro nacional asola las calles. El sol calienta y no parece invierno. No hay combis. El mercado tiene echada su verja roja. Todo el mundo secunda la huelga. “Parar ahora es un desastre” oigo que murmura un señor. No he oído ni media queja: ni por el corte de carreteras, ni porque no lleguen los médicos a las comunidades, ni porque corten las vías del tren que llevan a los turistas a Machu Picchu, ni en la asociación a la que hemos venido a currar, aunque no podamos hacer la mitad del trabajo.

 

Nati llora porque piensa que nos vamos y se ríe traviesa cuando le limpiamos la cara con una toallita. Se siente querida, cuidada, escuchada. Aunque ella no es consciente de que nos cuenta sus batallas en Quechua, que ni le entendemos, ni tenemos intérprete. Me frustra no saber que me cuenta, pero me tranquiliza pensar que se siente escuchada, atendida. Se baña en la calle. Le lavamos la ropa. Se esconde para que no la veamos detrás de una silla de ruedas que casi nunca usa. No porque pueda andar, sino porque siempre se ha arrastrado por el suelo para hacerlo. Sus ojos son agradecidos, amables. Su mirada te llena, sus gracias te llegan al corazón. Te vas de allí llorando, de felicidad o de tristeza, depende del día.

En la comunidad de Paru-Paru hacemos trabajos para ayudar a construir una casa de adobes para Andrés. Una niña de seis años me enseña a hacer adobes. Lleva pollera y sandalias. Se quita las sandalias para enseñarme. Me agarra de la mano para pisar el barro, jugamos. Sus dientes están negros pero su sonrisa le llega a los ojos. Me ayuda con los adobes, me enseña, me instruye en el quehacer, trabajamos juntas. Me llama amiga. Me toca el corazón conocerla. No se por qué, ni entiendo cómo… pero ya la quiero.

Ana nos abre la puerta cuando vamos a visitar a su hijo Luis Alberto. Le ayudamos con las tareas, y le ponemos más, porque los coles llevan 4 semanas cerrados y le encantan las mates y los ejercicios de lengua… Jugamos… hacemos ejercicios de palabras que empiecen por “plu” o por “bla”. Ana nos invita una chicha morada y a comer. Sopa de pollo. Le digo que no porque soy vegetariana y se entristece tanto que le pido que me sirva la sopa pero sin trocitos de pollo. Se alegra inmensamente y a mí me da una lección de vida.

En Ollanta y con la familia de MiPequeñaAyuda aprendí la humildad; aprendí a observar, a acompañar, a apreciar y a valorar las vidas, el amor, la humanidad. Y a posicionarme en la zona de la que vengo para acabar con las acciones de aquí que provocan las injusticias allí.

About MySmallHelp Peru

MiPequeñaAyuda – MySmallHelp Peru is a non-profit organization founded on 2011, to support children and young adults with disabilities or low economic resources in the Cusco region by providing them access to education, health care and skills training.

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